Fitur ultraconcentrada


¿Qué esconde Fitur tras la cortina? La nada más absoluta. La zona dedicada a exposición continúa en retroceso en la medida en que los expositores se inhiben. La edición de 2013 se ha quedado a orillas de las 9.000 empresas (la cifra oficial es 8.979), muy por debajo de las más de 13.200 que se presentaron en 2008, año I de la crisis financiera. Una crisis letal para las diputaciones y ayuntamientos que venían a Ifema al jiji-jaja de las dietas y al que-no-falte-de-ná de cuando nos creíamos ricos. Así que la superficie expositiva ha menguado y queda circunscrita no a los muros de los ocho pabellones que sigue ocupando Fitur (uno menos que en los años de bonanza), sino a las cortinillas que ocultan el vacío.

Al empequeñeimiento de la feria se añade, como también es tendencia en WTM y en ITB, que la actividad se concentra en la jornada del jueves. Un día frenético en el que se hacen a la carrera los deberes de toda la semana. El miércoles fue el día de la inauguración, de grandes colas en los accesos por las medidas de seguridad que conlleva la presencia de los Príncipes de Asturias. Esos grandes colapsos que le debemos a la Casa Real crearon la ilusión de que este año había expectación. El viernes, con los profesionales extranjeros de vuelta (167 países y regiones presentes), dejó una mañana triste de resaca y descanso tras el esfuerzo del día anterior, y un mediodía y una tarde con los primeros del público general a la caza del merchandising útil o simplemente kitsch.

Con todo, la lectura no es necesariamente catastrofista. No al completo, por lo menos. Aún hay para completar una buena agenda de negocios. Hemos sido testigos de cómo nacían acuerdos comerciales, sinergias, contactos que algún día darán réditos. También charlas y ponencias interesantes. Fitur sigue siendo un buen escaparate para la industria turística y, especialmente en los países latinoamericanos, los destinos y compañías del sector siguen sorprendiendo con stands espectaculares y desplazan a un buen número de vendedores. Hay menos tráfico, de acuerdo, pero en cierto modo muchos de los que ya no están tampoco sumaban antes.

Otra cosa es el ruido mediático. Con las redacciones quedándose vacías de manera más alarmante que los pabellones de Ifema, con los periodistas obligados a multiplicarse por los compañeros caídos, con el desplome publicitario impidiendo a la mayoría de medios locales y regionales contar con enviados especiales, el turismo sigue siendo un tema principal durante los días de feria, pero menos. Le ha tomado el relevo Twitter y, en general, las redes sociales. Mucha actividad online e incluso un encuentro el 2 de febrero. Carne de trending topic de no ser por los papeles de Bárcenas.

A fin de cuentas, habiendo dado el paso al costado para dejar vía libre al visitante común, asusta la reflexión a la que llegamos mientras recomponemos el cuerpo tras tres días diferentes entre sí pero exigentes de todos modos: si el turismo es el clavo ardiendo al que se aferra España, la industria que no sólo no ha reculado sino que tímidamente continúa creciendo, hay que confiar en que Fitur no sea su termómetro. El vacío tras la cortina no augura nada bueno para los próximos meses, pero al menos a esta parte del pabellón aún hacemos negocio. Nos quedamos con eso (qué remedio).