Sharjah, capital cultural árabe


Para el turismo, Emiratos Árabes es Dubai, una mega-Benidorm construida a base de petrodólares que más parece un parque temático de sí misma que una ciudad donde vive gente real. Tan reciente y tan faraónica. Tan llena de gente de todas partes sin ánimo de quedarse para siempre. Para la política y la economía, Emiratos Árabes es Abu Dhabi, capital del país y principal fuente del petróleo y el gas que lo sostiene en su status premium. Para la cultura, algunos pasos más atrás frente al protagonismo de las dos primeras, hay que poner los ojos en Sharjah. A escasos 20 minutos de Dubai y de su aeropuerto, la capital del tercer emirato más importante ha centrado sus esfuerzos en distinguirse como la capital cultural del país y, en 1998, de todo el mundo árabe.

Su Feria Internacional del Libro tiene gran renombre en la zona. ¿Vendría a ser para el mundo árabe lo que la Feria Internacional de Guadalajara es para los hispanohablantes? También cuenta con universidades, museos de historia y de arte. Los emiratíes tienen una preocupación cierta por la formación y por la cultura, y no sólo por los coches caros y los alardes de ingeniería. De acuerdo, la policía en Dubai patrulla en Lamborghini y se han adjudicado el edificio más alto, el famoso Burj Khalifa (que a pie de calle no parece medir 830 metros, sino 600 como mucho, ejem). Pero todo eso es, una vez más, en el vecino ostentoso.

En Sharjah están con sus cosas: sus museos, su universidad internacional, su acuario... Todo en proporciones más humanas, pero también hechas a base de fajos de billetes. Gusta el motor, por supuesto, y por eso tienen en Khalid Lagoon una prueba de la F1 H2O. Se ven auténticos cochazos, como es natural, y para moverlos el litro de gasolina apenas cuesta 30 céntimos. Pero lo interesante es que también hay algo más allá de toda esa superficie.


Es, o parece, un destino familiar. Dubai tiene los parques temáticos, pero Sharjah tiene espacios recreativos como Al Qasba, con su noria incluida, o Al Majaz, con su espectáculo de agua y luces. Cuanto terreno se baña alrededor del lago es un interminable parque donde los niños corretean en invierno, su temporada alta. Ambiente sano, sanísimo. Y seguro.

El alcohol está prohibido por la ley islámica y en Sharjah ni siquiera se puede beber en los hoteles, algo que sí está permitido en Dubai, aunque en interiores, no en las terrazas públicas, o en hoteles separados del tránsito corriente como el Burj Al Arab. En compensación, ya que en un restaurante no puedes pedir ni una cerveza ni un vino (no digamos ya bebidas espirituosas) hay interminables propuestas de zumos y batidos, además de los vulgares refrescos.


La comparación con el vecino es inevitable y no representa necesariamente algo negativo. De entrada, los emiratíes están muy hermanados alrededor de su bandera y si compiten entre ellos es por izarla a mayor altura que los otros emiratos. Sobre todo en el día nacional, el 2 de diciembre. En términos turísticos, Sharjah se apoya en el gran poder de llamada que tiene Dubai y sus hoteles se postulan como la opción económica para pernoctar a pocos minutos.


Por la noche puedes caminar tranquilamente con la certeza absoluta de que nadie va a cometer una tontería. No hay disturbios, no hay delitos, nadie se acerca siquiera a intentar colocarte algo, como puede ocurrir en cualquier ciudad turística del mundo. Puedes caminar con toda seguridad, disfrutar de la iluminación de sus moles de hormigón y cristal o de sus recoletas mezquitas, de sus atracciones o de sus comercios, restaurantes o heladerías. Alrededor tuya los coches circulan ordenadamente hacia su destino con ocasionales acelerones e inexistentes percances. Si se dan, se resuelven sobre la marcha antes que dar parte a las autoridades. Los paquistaníes, bangladesíes o hindúes que trabajan en la ciudad descansan apaciblemente junto a los canales o en los parques, o a las puertas de sus comercios. Si trabajan en la construcción no, esos desaparecen de la escena pública con el mismo sigilo con el que comienzan su maratoniana jornada laboral.

Y no desprecie el detalle, hablo de la noche. De día el panorama es muy distinto. Incluso en invierno, cuando tienen una temperatura similar a un verano que sale templado en Andalucía, es raro ver a gente por la calle. No digamos en verano, cuando las temperaturas no se mueven de los 50ºC. Todo el mundo vive en burbujas de aire acondicionado: sale de su casa para montarse en el coche, en un parking del rascacielos que también tiene aire acondicionado, por supuesto, y se baja de él en el trabajo, donde también se mantienen a cubierto. Para el ocio, si no es ir a almorzar o a cenar, lo que aquí gustan son las compras, de modo que entre los grandes centros comerciales también está uno a salvo de derretirse en la calle.

Incluso las paradas de autobús están cerradas y tienen aire acondicionado. A nadie se le ocurre pasear de día. No extraña en un destino así que el turista quede a merced de los taxis (con suerte dispar en cuanto a la higiene del taxista, sin ánimo de ofender) o al bus turístico, que recorre los principales reclamos de la ciudad ofreciendo buenas vistas desde su planta superior, mitad descubierta para los meses de invierno, mitad cerrada para cuando aprieta el calor.


Como última solución y un ejemplo más de aclimatación, la compañía que explota el bus turístico en Sharjah –City Sightseeing Worldwide– ha lanzado tours nocturnos, que muestra los principales reclamos turísticos de la ciudad con una iluminación monumental y mejor temperatura. Ha coincidido, además, con el mes del ramadán, con lo que todo se pone de cara para potenciar las visitas noctunas a la capital cultural de los Emiratos.

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